Leonardo Torres Quevedo
Leonardo Torres Quevedo (1852-1936) fue un ingeniero e inventor español cuyas contribuciones abarcaron diversos campos de la ingeniería y la ciencia. Una de sus invenciones más destacadas, y pionera a nivel mundial, fue el
transbordador aéreo, considerado el primer teleférico moderno para el transporte público de personas. Este sistema de transporte por cable, concebido a finales del siglo XIX y materializado a comienzos del XX, supuso una revolución en el traslado de pasajeros a través de barrancos y ríos, sentando las bases de los teleféricos que conocemos en la actualidad.
Grupo de personas en el Teleférico de Ulia
Ricardo Martín,
Dominio Público
1921 Leonardo Torres Quevedo
Auguste Léon,
Dominio Público
Remolino de agua en el río Niágara, justo después de las cataratas del Niágara con Whirlpool Aero Car
Ad Meskens,
CC BY-SA 3.0
Contexto histórico
A finales del siglo XIX, el desarrollo industrial y las necesidades de comunicación impulsaban la búsqueda de nuevos medios de transporte. En regiones montañosas o de difícil acceso se empleaban funiculares y teleféricos rudimentarios para cargas, pero ninguno era seguro para personas. En este contexto, el joven Torres Quevedo se propuso diseñar un sistema de
transporte aéreo seguro y eficiente para salvar obstáculos naturales como valles o gargantas.
En 1887 patentó en España un "camino funicular aéreo de alambres múltiples" enfocado en la seguridad. Ese mismo año probó un prototipo rudimentario en Cantabria, demostrando la viabilidad básica de su idea. Pese al escepticismo inicial —en 1890 presentó el proyecto en Suiza, donde fue rechazado— Torres Quevedo perseveró en perfeccionar su invento, convencido de que podría tener aplicaciones prácticas en el turismo de montaña y el transporte.
Diseño, innovaciones y funcionamiento
El transbordador aéreo de Torres Quevedo introdujo varias innovaciones clave. La más notable fue el uso de
múltiples cables de acero para sostener la cabina, en lugar de uno solo. Su diseño incluía hasta seis cables portantes en paralelo que distribuían el peso; así, si uno llegase a romperse, los demás soportarían la carga evitando una caída. Esta redundancia proporcionó un nivel de seguridad muy superior a los sistemas previos.
La segunda gran innovación fue incorporar
contrapesos en los extremos de los cables para mantener una tensión constante. Uno de los extremos de cada cable se anclaba fijo y el otro se unía a un peso mediante una polea, de modo que la tensión se autorregulaba aunque la cabina estuviera en movimiento. Gracias a ello, se minimizaba el riesgo de rotura por variaciones de carga o viento.
En cuanto al
funcionamiento, el sistema constaba de una barquilla colgada de los cables portantes, equipada con ruedas guía, que se desplazaba de una estación a otra arrastrada por un cable tractor conectado a un motor. En las estaciones de los extremos, además de los anclajes y contrapesos, se situaban los mecanismos motores que controlaban el movimiento de la cabina a una velocidad segura. Este diseño resultó sencillo y robusto para la época.
Implementación práctica: del Monte Ulía al Niágara
El 30 de septiembre de 1907 se inauguró en San Sebastián el
tranvía aéreo del Monte Ulía, la primera instalación comercial del transbordador de Torres Quevedo. Este teleférico primitivo conectaba la base y la cima del monte Ulía, donde se había habilitado un parque y mirador turístico. El recorrido, de unos 280 metros de longitud y 30 de desnivel, se cubría en unos tres minutos. La cabina abierta podía transportar alrededor de 15 pasajeros por viaje. Durante sus años de servicio operó con éxito y sin accidentes, demostrando la fiabilidad del invento. El teleférico de Ulía se considera el primero en el mundo concebido para pasajeros y sentó un precedente que pronto despertó interés fuera de España.
En 1916, Torres Quevedo llevó su creación al panorama internacional con el famoso
Spanish Aerocar sobre el río Niágara en Canadá. Su equipo construyó un transbordador aéreo que atraviesa el remolino Whirlpool del Niágara. El Spanish Aerocar se abrió al público el 8 de agosto de 1916, convirtiéndose en una atracción turística de primer orden. La barquilla roja cruza un tramo de 540 metros suspendida a más de 60 metros sobre las aguas turbulentas, sostenida por seis cables de acero que garantizan su seguridad. Puede llevar alrededor de 30-35 personas por viaje. Este transbordador del Niágara pronto ganó reconocimiento mundial por la audacia de su emplazamiento y la fiabilidad de su funcionamiento.
Impacto en la ingeniería y transporte moderno
La concepción de Torres Quevedo marcó un hito en la ingeniería del transporte por cable. Su diseño estableció los principios fundamentales que se seguirían en casi todos los teleféricos posteriores. A partir de la década de 1920, numerosos proyectos en Europa y América adoptaron la configuración de cables múltiples y sistemas de contrapeso para garantizar la seguridad, claramente inspirados en el modelo del inventor cántabro. Un siglo después, la vigencia de aquella innovación queda patente en el propio Spanish Aerocar del Niágara, que
sigue operando tras más de 100 años sin accidentes, fiel al diseño original de Torres Quevedo. Hoy en día, cualquier teleférico moderno –desde los de altas montañas hasta los urbanos– debe en parte su ADN a aquel primer transbordador español.
Reconocimiento internacional
El éxito del transbordador del Niágara otorgó a Torres Quevedo reconocimiento internacional en su época. Una placa conmemorativa instalada junto al Spanish Aerocar destaca a Torres Quevedo como el creador de este novedoso transporte por cable aéreo. Esta obra única ha sido declarada patrimonio de la ingeniería en Canadá. En 2016, al cumplirse un siglo de su inauguración, se le rindió homenaje en Canadá y España, reivindicando su legado. Actualmente Torres Quevedo es reconocido como uno de los grandes pioneros de la ingeniería, tanto en su país como a nivel mundial.
Clarificación de algunos mitos
A lo largo de los años han surgido ciertos
mitos o bulos en torno al transbordador aéreo de Torres Quevedo, que conviene aclarar. El primero es la frecuente atribución de la invención del teleférico a otros países. En realidad, el proyecto del Monte Ulía en 1907 fue el
primer teleférico para pasajeros del mundo, anterior a los pioneros de Suiza e Italia de 1908. Durante décadas, su logro quedó eclipsado por los proyectos alpinos, pero hoy se reconoce a Torres Quevedo como el padre del teleférico moderno.
Otro equívoco se refiere al Spanish Aerocar. Existe la creencia de que sobrevuela directamente las Cataratas del Niágara o conecta Canadá con Estados Unidos. En realidad, Torres Quevedo planeó inicialmente ubicarlo frente a las cascadas, pero las dificultades diplomáticas lo hicieron inviable y finalmente se construyó íntegramente en Canadá sobre el remolino del Niágara, no sobre las cascadas principales. Ambos extremos del recorrido están en territorio canadiense, por lo que el Aerocar no cruza la frontera internacional ni sobrevuela las cascadas.
Fuentes