Infancia marcada por el valor
Blas de Lezo y Olavarrieta nació el 3 de febrero de 1689 en Pasajes (Guipúzcoa), en el seno de una familia marinera de origen vasco. Desde joven mostró una extraordinaria determinación. Con solo 15 años se alistó como guardiamarina en la Armada francesa, entonces aliada de España en la Guerra de Sucesión Española. A esa edad, otros soñaban con la gloria. Él, simplemente, se lanzó a buscarla.
En su primera batalla naval, en 1704 frente a Vélez-Málaga, una bala de cañón le destrozó la pierna izquierda. Siguió combatiendo. Más tarde, en Tolón, un esquirla le dejó ciego del ojo izquierdo. Y en Palermo, una bala de mosquete le inutilizó el brazo derecho. Tres heridas graves que le costaron una pierna, un ojo y un brazo. Pero nunca la voluntad.
Un cuerpo maltrecho, una voluntad de hierro
Pese a sus heridas, su ascenso fue meteórico. Sus superiores comprendieron que estaban ante un marino excepcional. En lugar de retirarse, Blas de Lezo se convirtió en comandante. Los marineros lo apodaban con respeto como
Mediohombre, no por desprecio, sino porque con medio cuerpo lograba lo que otros no podían con el entero.
Su sola presencia imponía. Mutilado, pero erguido. Cojeaba, no se rendía. Su mirada de un solo ojo infundía temor. A bordo, era estricto, frío y decidido. En combate, feroz, calculador y audaz. Era un estratega nato que conocía el mar como una extensión de su alma.
Héroe del Mediterráneo y América
Durante más de dos décadas defendió intereses españoles en el Mediterráneo, vigilando a corsarios, escoltando convoyes y asegurando rutas. Combatió en Sicilia, defendió Orán frente a los otomanos y custodió las aguas entre Cádiz y Nápoles. En 1730 fue nombrado jefe de la escuadra del Mar del Sur y enviado a América, donde puso orden en los puertos del Pacífico y aseguró los dominios imperiales con mano firme.
Su gestión en el Virreinato del Perú fue implacable contra el contrabando y la corrupción. Se ganó enemigos entre los comerciantes, pero también el respeto de las autoridades virreinales. Nadie osaba desafiar sus órdenes, ni en el mar ni en tierra.
Cartagena de Indias: la gesta inmortal
Su momento de gloria llegó en 1741. El almirante Edward Vernon, al mando de la mayor flota que Gran Bretaña había enviado hasta entonces (más de 180 barcos, unos 27.000 hombres, incluyendo tropas coloniales y mercenarios), puso rumbo a Cartagena de Indias con un objetivo claro: arrebatar a España la joya del Caribe.
Blas de Lezo contaba con unos 6.000 defensores entre tropas regulares, milicianos, indígenas y esclavos liberados. Su ingenio fue su mejor arma. Organizó la defensa con precisión quirúrgica, reforzando las fortalezas clave como San Felipe de Barajas, utilizando fuego cruzado, minas, estacas en los canales y una red de comunicaciones que le permitía anticipar los movimientos británicos.
Durante más de dos meses, la ciudad resistió asedios, bombardeos, desembarcos y ataques masivos. Blas de Lezo, con el brazo colgando, la pierna de madera y un parche en el ojo, dirigía desde el frente. Se dice que en uno de los asaltos finales, los ingleses alcanzaron las murallas de San Felipe, pero fueron repelidos a bayoneta por órdenes suyas. Ni una orden de rendición. Ni un paso atrás.
Finalmente, Vernon se retiró humillado. Había perdido más de 10.000 hombres y no pudo tomar la ciudad. La flota regresó a Inglaterra destrozada. En Londres se habían acuñado monedas que celebraban la victoria… antes de que ocurriera. Hoy son un recuerdo de una derrota total. El Parlamento británico prohibió que se hablara de la batalla. Blas de Lezo se convirtió en el hombre que hizo morder el polvo al mayor imperio naval del siglo XVIII.
Injusticia y muerte
Sin embargo, su hazaña no fue premiada. Murió en Cartagena en septiembre de 1741, probablemente a causa de una infección o fiebre contraída durante el asedio. El virrey Sebastián de Eslava, celoso de su gloria, minimizó su papel ante la corte de Madrid. Durante años, su nombre fue casi silenciado.
Su cuerpo fue enterrado en Cartagena, aunque su tumba exacta se perdió. Como si la tierra misma quisiera guardarlo como un secreto.
Curiosidades
- Apodo: Fue conocido como Mediohombre debido a las graves heridas sufridas en combate: perdió una pierna, un ojo y la movilidad de un brazo.
- Noble pero activo: Nació en Pasajes (Guipúzcoa) en 1689 en el seno de una familia noble, pero eligió una carrera activa en la Armada desde joven.
- Heridas en múltiples guerras: Fue herido en la Guerra de Sucesión Española, donde perdió una pierna en el sitio de Toulon (1704) y un ojo en Málaga (1705).
- Victoria en Cartagena de Indias: En 1741, con solo 3.000 hombres y 6 barcos, derrotó a una flota británica de casi 200 naves y más de 20.000 soldados dirigida por el almirante Vernon.
- Ocultación del triunfo: Su gesta fue silenciada durante siglos por razones políticas y celos en la corte, y solo en tiempos recientes se ha recuperado su memoria.
- Murió poco después de su victoria: Falleció meses después del asedio de Cartagena de Indias, probablemente por una infección, en septiembre de 1741.
- Sin reconocimiento inmediato: A pesar de su éxito defensivo, murió sin honores oficiales y fue enterrado en una tumba no identificada en Cartagena.
- Reconocimiento tardío: Hoy se le considera uno de los mayores héroes navales de la historia de España, con estatuas en Madrid, Cádiz y Cartagena de Indias.
- Frase atribuida: Al almirante Vernon se le atribuye haber enviado una moneda conmemorativa de la victoria británica antes del ataque; tras su derrota, Blas de Lezo le habría escrito: Para venir a Cartagena, no basta ser inglés.
- Legado en la Armada: El buque escuela A-52 de la Armada Española lleva su nombre en homenaje a su valentía y genio militar.
La resurrección del héroe
Pasaron siglos hasta que su figura fue plenamente reconocida. Hoy, Blas de Lezo es considerado uno de los más grandes marinos de la historia. Su estatua frente al Museo Naval de Madrid lo muestra desafiante, con espada, pata de palo y mirada de acero. Es símbolo de valentía, honor y resistencia.
Un hombre que, con medio cuerpo, detuvo a todo un imperio. El ejemplo vivo de que el coraje no se mide en músculos, sino en voluntad.
Su lema podría haber sido: "
Más hace el que quiere que el que puede".
Fuentes