Gonzalo Fernández de Córdoba: El Gran Capitán

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Infancia y formación


Gonzalo Fernández de Córdoba nació en Montilla (Córdoba) en 1453, en el seno de una familia de la alta nobleza andaluza, los Fernández de Córdoba, con una larga tradición militar. Desde joven fue educado en la corte de Enrique IV y más tarde al servicio de Isabel la Católica, con quien mantendría una relación de confianza que marcaría su destino.

Dotado de gran inteligencia táctica, educación clásica y refinamiento cortesano, pronto demostró ser algo más que un simple caballero andaluz: era un estratega en potencia con una visión moderna de la guerra, el mando y la política. En su juventud ya era conocido por su habilidad con la espada, su juicio ecuánime y su capacidad de liderazgo entre sus iguales.

Heroísmo en la Guerra de Granada


Durante la campaña final de la Reconquista, entre 1482 y 1492, Gonzalo desempeñó un papel crucial. Fue uno de los comandantes más brillantes al servicio de los Reyes Católicos durante la Guerra de Granada. Su nombre comenzó a resonar con fuerza en las laderas de la Alhambra y los campos andaluces. No solo por sus victorias, sino por su sentido del honor.

En una de las campañas, rescató personalmente a su hermano Hernando tras quedar este atrapado en las líneas musulmanas. Cruzó el río Genil a nado con la espada en la boca, desmontó a varios enemigos y lo trajo de vuelta. Este acto, casi legendario, alimentó su fama de caballero valiente y fraternal.

Embajador y estratega en Italia


Tras la conquista de Granada, fue enviado por Isabel y Fernando como embajador y comandante a Italia, donde el Reino de Nápoles se había convertido en objetivo de Francia. La misión: defender los derechos de la corona de Aragón frente a las tropas francesas de Carlos VIII. Allí, Gonzalo revolucionó el arte de la guerra.

Aunque comenzó con escasos recursos, pronto transformó su pequeño ejército en una fuerza eficaz basada en la movilidad, la infantería profesional y la artillería ligera. Fue pionero en el uso coordinado de armas de fuego portátiles con formaciones compactas de piqueros y espadachines. Este cambio marcaría el fin de la caballería pesada como protagonista del campo de batalla.

El Gran Capitán y la Guerra de Nápoles


La gran consagración de su genio llegó en la segunda campaña de Nápoles (1501-1504), frente al ejército francés más moderno y numeroso de su tiempo. A pesar de su inferioridad numérica, Gonzalo logró una serie de victorias magistrales.

En Ceriñola (1503), convirtió una posición defensiva improvisada en una trampa mortal para los franceses. En Garigliano, ejecutó un cruce fluvial nocturno imposible en condiciones invernales, sorprendiendo al enemigo y aplastándolo en una batalla que se estudia aún hoy en las academias militares. Su capacidad para anticiparse al adversario, adaptar el terreno y aprovechar cada circunstancia lo convirtió en el general más admirado de Europa.

Se cuenta que, tras una emboscada enemiga, dio personalmente pan y vino a soldados heridos, cuidándolos en el campamento. En otra ocasión, venció sin derramar sangre: convenció a los sitiados de Gaeta de rendirse por hambre sin lanzar una sola flecha, usando solo bloqueos y presión psicológica.

El choque con Fernando el Católico


A su regreso a España, la fama del Gran Capitán era inmensa. Gobernaba Nápoles en nombre de los Reyes Católicos, pero con una autonomía que inquietaba a Fernando. La desconfianza del rey creció con los años. Finalmente, lo relevó del mando y lo obligó a rendir cuentas.

Fue entonces cuando surgió la célebre anécdota de las "Cuentas del Gran Capitán". Se dice que, ante la exigencia del rey de justificar gastos, Gonzalo presentó una lista irónica: "Cien mil ducados por paciencia con los franceses; otros cien mil por pólvora, cañones y mantenimiento de la dignidad real; doscientos mil por servicios prestados sin sueldo…". Aunque probablemente sea exageración posterior, la escena resume la tensión entre ambos y el carácter orgulloso del general.

Últimos años y muerte


Retirado en Loja, en tierras granadinas, vivió sus últimos años con sencillez, alejado del poder y de la corte. Murió en 1515, sin haber recibido nunca el título de duque que muchos consideraban merecido.

No obstante, su leyenda superó con creces su época. Fue el arquitecto de la hegemonía militar española en Europa y el precursor de los tercios. Su legado se convirtió en referente para generaciones de soldados, estrategas y gobernantes. Incluso Napoleón reconocería siglos después el genio militar de aquel español que había vencido con inferioridad en todos los frentes.

Curiosidades


  • Nombre real: Su nombre completo era Gonzalo Fernández de Córdoba y nació en Montilla (Córdoba) en 1453.

  • Apodo El Gran Capitán: Recibió este sobrenombre por sus brillantes campañas militares en Italia y su genio estratégico, que lo convirtieron en leyenda.

  • Educado junto a Isabel la Católica: Fue criado en la corte de los Reyes Católicos y se convirtió en hombre de confianza de la reina Isabel.

  • Héroe de la Guerra de Granada: Participó activamente en la toma de Granada en 1492, lo que marcó el final de la Reconquista.

  • Innovador en la guerra: Revolucionó la táctica militar europea al reorganizar las tropas en tercios, base de la hegemonía española en los siglos XVI y XVII.

  • Campañas en Italia: Destacó en las guerras de Nápoles contra los franceses, logrando importantes victorias como las de Ceriñola y Garellano.

  • Rey sin corona: Fue nombrado virrey de Nápoles, donde gobernó con eficacia y ganó gran popularidad entre la población.

  • Reproches del rey Fernando: A su regreso a Castilla, fue alejado del poder por el rey Fernando el Católico, celoso de su prestigio.

  • Cuentas del Gran Capitán: Según la leyenda, cuando el rey le pidió cuentas de los gastos de guerra, respondió con ironía citando absurdos como "100.000 maravedís en bendiciones por las victorias".

  • Sepultura en Granada: Murió en 1515 en Loja (Granada) y fue enterrado en el monasterio de San Jerónimo de Granada, donde aún reposan sus restos.

El legado del Gran Capitán


Gonzalo Fernández de Córdoba fue más que un militar: fue un renovador, un humanista, un servidor fiel y, sobre todo, un símbolo. Representó lo mejor del ideal renacentista de su tiempo: valentía, honor, inteligencia, humanidad y eficacia.

España entró en el siglo XVI como potencia hegemónica gracias a los cimientos que él estableció. Fue el primero de los grandes capitanes, y el único que hizo de ese título un nombre propio.

Fuentes